Hernán Piquín, íntimo. El bullying que sufrió, por qué no fue al velatorio de su padre y los “puntos oscuros” del BailandoPor Pablo Mascareño
Para Hernán Piquín el último tango no es en París, como sí lo pensó Bernardo Bertolucci en uno de sus films más célebres. Para el bailarín, El último tango -así tituló al espectáculo que estrenará el próximo 4 de abril en el Apolo-, se desanda en la porteñísima Calle Corrientes. “Tampoco creo que sea el último tango, es sólo una amenaza”, bromea el artista, en el inicio de la charla con LA NACION que se desarrolla en el café próximo al foyer de la emblemática sala que, en 1966, lograron salvar Alejandra Boero y Pedro Asquini, en el marco del grupo Nuevo Teatro.